Hasta ahora, en mis artículos técnicos he intentado limitarme ha estudiar y comparar objetivamente los productos existentes, pero absteniéndome de proponer soluciones a los problemas detectados. El objetivo principal al hacerlo así ha sido facilitar datos fiables para que podáis tener vuestros propios criterios, más allá de las modas, de lo que puedan decir las opiniones interesadas o la propaganda. Habrá quien piense que es más sencillo criticar que proponer soluciones. Y tiene razón. Es por ello que, por una vez, voy a cambiar los papeles. Sed vosotros, pues, estimados lectores, los críticos de mis propuestas.

En el último número, comentaba que los conceptos básicos del diseño de los fusiles de pesca submarina apenas han evolucionado en los últimos años, y que, en consecuencia, tampoco se han mejorado algunos de los problemas básicos que presentan. Además, pescar al agujero no resulta tan rentable como antes, e incluso los peces que antes decididamente entraban a una espera ahora se han vuelto desconfiados y han aprendido a mantenerse a una distancia segura. Por ello, como muchos de vosotros, llevo años buscando en el mercado el arma definitiva, la que me permita capturar esa difícil presa que se mantiene al límite del alcance de mi fusil y que sé que no se acercará más. Lamento deciros que no la he encontrado.

DE LA MANO DE LA INVESTIGACIÓN Y LA CIENCIA

Reconozco que en el pasado me dejé llevar por muchas ideas preconcebidas existentes en nuestro ambiente: un gran error. Quizás fue mi profesión (durante más de 15 años he diseñado bancos de ensayos y laboratorios de control para la industria) la que vino a poner un poco de orden en aquel galimatías de ideas iniciales, y lo que me ha llevado a estudiar los problemas detectados de forma científica. Es un camino difícil e inconcluso, pero el trabajo hecho me ha servido para sentar unas bases de trabajo mínimas, necesarias para pensar con seriedad en las mejoras a proponer.

CÓMO EMPEZÓ TODO

Un buen día, hace ya algunos años, me empecé a plantear por qué fallaba tantos disparos. Mi inexperiencia podía justificarlo en parte, pero las razones objetivas podían ser varias. Analizando cada situación, llegué a la conclusión de que el tiempo transcurrido desde que decidía disparar y realmente disparaba era notable. También, notaba que movía considerablemente el fusil cada vez que apretaba el gatillo. Fue cuando empecé a modificar los gatillos para que fueran más sensibles. Los resultados fueron los deseados, pero algo no me gustaba: las modificaciones “a ojo” hacían difícil dejarlos todos iguales, y al principio no me parecían muy seguros. La solución definitiva a este serio problema la he conseguido hace algo más de un año, como explicaré después. Pero cuando creí solucionados mis problemas, aparecieron otros, pues ahora quería hacer blancos más lejanos. Entonces, el siguiente paso fue estudiar las gomas, pues parece lógico pensar que aplicando más fuerza a la varilla alcanzaremos presas más lejanas. Busqué las gomas más potentes y los fusiles más largos, esperando obtener los resultados deseados; pero no funcionó: los disparos eran exageradamente bajos. Tras muchos intentos, vi claro que sólo un estudio global serio me ayudaría a progresar. El mayor problema en aquel momento era la falta de documentación seria sobre el asunto que me interesaba, de forma que, por la analogía existente, estudié la dinámica de las armas de fuego, sobre las que hay mucha literatura. Así conseguí sentar los principios físicos básicos. Hoy en día, afortunadamente, dispongo de más información. De esta forma, este trabajo está totalmente argumentado y tiene el rigor técnico necesario.

POR PEDIR QUE NO QUEDE

Por ponerme a soñar, mi fusil ideal sería el siguiente: un monocasco, es decir, con el mecanismo de disparo, el cabezal y el tubo integrados en un solo bloque (rigidez); construido en un material sólido (más rigidez y masa, y no se inunda); la flotabilidad debería ser neutra o ligeramente negativa (cansancio); el eje longitudinal del tubo debería estar lo más alineado posible con el punto de apoyo de la mano (reduce el momento de giro de la culata); la relación peso fusil/peso varilla debería estar por encima de 3 (mejora el retroceso); montaría las gomas sobre el eje del tubo (evita el momento de giro del cabezal y reduce la flexión del tubo); el cabezal debería ser mínimo o inexistente (más visibilidad y mejora la puntería y los desplazamientos); con guía integral, obligatoria al poner las gomas en la mencionada posición; las gomas no exigirían un esfuerzo de carga superior a 60/65 kg y deberían mantener bien en el tiempo esa fuerza (mejor aprovechamiento del esfuerzo) y no llevarían casquillos (más velocidad y menos ruido); el obús iría directamente sujeto a ellas, y debería ser ligero y robusto; por el tipo de pesca que practico, una veloz varilla de 6 mm., de buen acero y bien afilada; la aleta debería ser larga; el gatillo debería ser ligero; la leva de enganche de la varilla sería sólida, no de chapa doblada, pues éstas últimas no son seguras (1) con gomas muy potentes o con gomas dobles; y por último, me gustaría que la pinza del hilo fuera automática, y que estuviera colocada en un lateral de la culata, lo más atrasada posible para aumentar la longitud de hilo liberada. ¡¡Uff… !! Lamento el discurso.

(1) En mis estudios, el límite de rotura de las levas de chapa doblada ronda los 105/110 kg; las levas macizas superan los 185 kg.

CON LOS PIES EN EL SUELO

Al día de hoy, no conozco ningún fusil comercial que cumpla todos mis deseos, y probablemente tampoco lo habrá en el futuro, ante todo porque a lo mejor mis deseos no son los de la mayoría. Con este panorama, más de una vez me he planteado diseñar y construir mi propio fusil, pero reconozco que es una tarea que me supera en algunos ámbitos. Como no podía ser de otra manera, opté por validar mis trabajos tomando como base un fusil comercial que cumpliera ciertos requisitos y procediendo a una delicada y laboriosa personalización.

BUSCANDO UNA BASE DE TRABAJO

Aprovechando que para mi último artículo había tenido la ocasión de probar muchos fusiles, escogí el que más rápidamente se podía convertir en mi nuevo banco de ensayos. Aunque la mayoría de los modelos probados tienen prestaciones similares, por las características que andaba buscando, la elección fue el Apache Carbon de Cressi. Además, para que no hubiera dudas en los resultados, escogí un 115, pues en estas dimensiones todo se complica mucho. A partir de ahí, y gracias a la colaboración del fabricante, que desde el primer momento se mostró interesado en el proyecto, fue cuestión de conseguir el material necesario y de ponerse manos a la obra. A continuación, se describe de forma detallada y argumentada el proceso seguido.

EL CABEZAL

En principio, para eliminar el momento de giro del cabezal, la función más importante que debía cumplir este elemento era la de sujetar la goma alineada con el eje del tubo, por lo que quería usar sólo su gran ojal. Me podía haber limitado a hacer esto y dejar lo demás como estaba, pero ¿por qué no hacer un cabezal más pequeño, con mejor visibilidad para apuntar y con un área lateral menor? Así, eliminé todo lo que me parecía superfluo. Ya podéis ver el resultado. Aunque tuve la tentación de eliminar totalmente el hueco por donde pasa la varilla (eliminaría interferencias entre el cabezal y el hilo), lo mantuve hasta que pudiera garantizar que la varilla se mantuviera correctamente apoyada, fuese cual fuese la posición de uso del fusil. Precisamente, la pequeña punta de acero inoxidable es para poder sujetar la varilla al cabezal mediante una junta tórica. La ventaja de usar este elemento es que la varilla no se mueve en ninguna circunstancia y, como se suelta nada más empezar su avance, no afecta a la trayectoria. El inconveniente es que hay que hacer una operación más para rearmar el fusil. Por cierto, la visibilidad frontal es tal que este cabezal es ideal para pescar al agujero.

EL TUBO

Es uno de los elementos que me ha hecho fácil la elección del fusil. Aunque me gustaría que su forma fuera otra, su guía integral y su rigidez eran imprescindibles en mis planteamientos. El tubo de carbono del Apache es uno de los más rígidos del mercado, pero al poner las gomas centradas con su eje se convierte con diferencia en el que menos flexa (se elimina el brazo de palanca, d1 en PS 13). La guía integral era imprescindible al poner las gomas en la nueva situación, pues hay una componente vertical de la fuerza de las gomas que empuja el talón de la varilla hacia abajo. Alguien pensará que se puede obtener el mismo efecto usando apoyos intermedios en un tubo redondo tradicional, pero no es así, ni mucho menos. Las pruebas realizadas no dejan dudas, pues las marcas en diferentes puntos del tubo así como en los apoyos indican claramente que el talón de la varilla no sigue una trayectoria estable. También existe la idea de que en una guía integral el rozamiento de la varilla provoca ruido, desgasta la guía y merma la velocidad de la varilla; pues, aunque sorprenda, tampoco es así. Me explico. Lo primero que me llamó la atención al probar el primer prototipo es que no había ni una sola marca en la guía. Curiosamente, incluso parecía que hacía menos ruido (esto es lo primero que me hizo notar mi sufrido probador). Entonces, ¿cuál es la explicación? Para mí sólo hay una, y es sencilla: la varilla no toca la guía pues la película de agua que queda entre ellos hace un efecto tipo colchón de agua, el mismo efecto que nos permite deslizarnos en una playa cuando nos subimos a la carrera sobre una plancha lanzada en dos dedos de agua. No le encuentro otra explicación. La merma de velocidad viene principalmente de la descomposición de fuerzas que se produce al tener la goma inclinada, pues la componente horizontal es algo menor que en un sistema tradicional. Ahora bien, todo no podía ser sencillo. Antes he mencionado que quería usar una varilla de 6, y desgraciadamente, por la altura de la guía y por la flotabilidad del fusil, éste está pensado para usar una de 6´5 ó 7. Con una varilla de 6, su talón, debido al hilo que lo atraviesa, puede montarse encima de la guía, llevando al traste gran parte de las mencionadas ventajas. Así que no me quedó más remedio que mecanizar los flancos de la guía para dejarlos a la altura deseada; después, hubo que garantizar la estanqueidad aplicando una fina capa de fibra de vidrio sobre la parte mecanizada: una labor delicada. El último problema, la compensación de la flotabilidad del tubo, se convirtió en virtud, tal como explicaré cuando hable del lastrado.

LAS GOMAS

Con este cabezal, el uso de una única goma era obligado. El fabricante del fusil podía suministrar fácilmente sus productos en las medidas necesarias, y, después de estudiar a fondo sus referencias S45 y G20, escogí una goma de cada de forma que en ningún caso el esfuerzo de carga superase los 65 kg que me había marcado como límite. De cualquier manera, al usar una sola goma con un obús como el que explicaré después, si a alguien le parece que necesita más fuerza, recortarla es un juego de niños, aunque no recomiendo especialmente esta operación en la S45 (ver figura 1). En cualquier caso, uso los dos modelos y la elección se ha mostrado muy satisfactoria. Para terminar, el área lateral del fusil disminuye respecto al del original por la posición de las gomas, que ahora quedan prácticamente incluidas en el área lateral del tubo.

LOS OBUSES

Lo más desconcertante han sido los últimos trabajos de Giorgio Dapiran al respecto. Revisando las muchas horas de vídeo que graba, se dio cuenta que los puentes articulados tradicionales levantan el talón de la varilla en su recorrido inicial, afectando así negativamente a toda la dinámica del disparo. Sus razonamientos están bien fundamentados, pero la demostración real llegará en breve, pues Giorgio tiene la intención de filmar el proceso con una cámara especial. Pero volviendo a mis elecciones, quería que el obús fuera ligero, de poco volumen y sencillo; ligero porque el obús es acelerado por las gomas a la misma velocidad que la varilla y, en consecuencia, la energía necesaria para hacerlo no es útil; de poco volumen, sin casquillos, para evitar que estos frenen el avance de la goma (efecto paracaídas); y sencillo, para que se pueda usar con la medida de goma deseada por cada usuario sin requerirse herramientas especiales o procedimientos complicados. Aunque, por robustez, al principio use un puente articulado al que se le atornillaron dos bolas en sus extremos, no me gustó el resultado, pues al cargar el puente tiende a levantarse y es muy difícil engancharlo en la varilla. La solución fue fabricar un nuevo y sencillo obús formado por dos bolas y un cable de acero inóxidable de 2 mm, que tiene las ventajas de ser ligerísimo (20 gr menos que un obús normal), muy fácil de cargar, no levanta el talón de la varilla según los últimos estudios, y hasta parece más silencioso; el inconveniente es que hay que pulir muy bien las muescas de la varilla, si no la vida del obús se ve reducida. Sujetarlo a las gomas es fácil y seguro, basta un nudo tipo Ballestrinque bien apretado, si es doble mejor, para fijar el montaje.

LA VARILLA

Para hacer que un fusil estándar, sin guía integral, sea preciso, parece aceptado por muchos que la longitud de la varilla debe ser tal que el peso de la parte que sobresale del cabezal compense la concavidad que se forma en el centro de ésta. El soporte que ofrece la guía integral no tiene este inconveniente y permite usar una varilla más corta. Esto significa que cambiar de dirección requerirá menos esfuerzo, que la varilla será más rígida (más difícil de doblar y oscilará menos es su vuelo), y que pesará menos, siendo, a un mismo recorrido de la goma, la velocidad de salida superior. Además, como el cabezal está minimizado, la puntería no se ve mermada. Las muescas tienen que estar mecanizadas en radio para debilitar lo mínimo su núcleo, y deben estar desgastadas y pulidas. Este es un trabajo delicado, pues si no se hace bien el obús dura poco. Así mismo, el orificio del talón debe estar gastado y pulido, pues el límite de rotura del hilo sube mucho si se hace así. Respecto a la aleta, lo que voy a decir a continuación es probable que suscite alguna polémica. Si queremos hacer disparos a mucha distancia y que la varilla vuele recta, o al menos su punta, no queda otro remedio que colocar la aleta por debajo. Así colocada eleva la punta de la varilla contrarrestando en parte el efecto de la gravedad. Si queréis observarlo de forma clara, colocad la aleta por debajo y doblad exageradamente su extremo libre, tal como recomiendan algunos grandes campeones para que las presas queden trabadas mejor: vuestro fusil de toda la vida disparará alto. A mi juicio, el único problema que tiene poner la aleta por debajo es que queda colgando mientras se apunta y que esto puede alertar al pez. Para evitarlo, he colocado una junta tórica, y en mi caso no ha supuesto ningún inconveniente pues siempre uso este método para evitar problemas con la mar de fondo. Para trabar bien la pieza, que sí me parece importante, además de elevar un poco la parte libre, recomiendo que la afiléis bien, dejando muy fina su punta; así la superficie enfrentada al agua será menor, reduciendo el efecto del desvío, y se clavará bien en los tejidos del pez. Más cosas. La parte frontal de la aleta debe estar redondeada y pulida: mejora el alcance y la penetración en los tejidos del pez. También hay que comprobar que su extremo libre esté alineado al eje de la varilla; si no, ésta se desviará lateralmente. Otro detalle. Estoy de acuerdo en que la aleta, una vez abierta, debe permanecer así. Para ello hay que jugar con el remachado del eje. Otro apartado es la calidad del acero empleado (ver Encuadre 1). Dispongo de un detallado estudio de la mayoría de los productos del mercado nacional: excepto en dos casos, uno por su superior calidad y el otro por lo contrario, los demás ofrecen prestaciones similares y son buenas.

EL MECANISMO DEL GATILLO: CUESTIÓN DE SENSIBILIDAD

Todas las referencias a la fuerza necesaria para accionar el gatillo están realizadas para una fuerza de tracción de gomas de 52 kg.

Durante mucho tiempo he tratado de no hablar de este asunto por lo delicado que me parece, pero al haberse divulgado recientemente alguna propuesta me ha parecido oportuno daros a conocer, por si sirve de algo, mi opinión y mis conocimientos. Ante todo, no olvidemos que hablamos de armas, y no quisiera tratar con ligereza precisamente del elemento que las pone en funcionamiento. Hechas estas apreciaciones, entremos en materia. El fabricante tiende a cubrirse para garantizar la seguridad de los gatillos. Uno demasiado sensible y de poco recorrido es peligroso en manos inexpertas; pero, lo contrario, si es muy duro y de mucho recorrido, aunque es muy seguro, afecta de forma notable a la precisión de los disparos, pues cuanta más fuerza se deba hacer más posibilidades de mover el fusil existen, y cuanto más recorrido el tiempo de respuesta será superior. En este último caso, la suma de ambos factores puede afectar mucho si se dispara a piezas en movimiento. Ya he explicado por qué modifico mis gatillos y los problemas que me plantearon los ajustes “a ojo”. Naturalmente, eché mano de la tecnología para solucionarlos, diseñando y construyendo un banco de ensayos capaz de darme las prestaciones deseadas. En él he estudiado más de una docena de gatillos de fabricantes diferentes. Para dar una idea, los hay que se accionan con sólo 400 grm. y un recorrido de 4 mm., y otros que necesitan más de 5 kg y 7 mm; como veis, la diferencia es abismal. Personalmente, considero que un mecanismo suficientemente seguro y sensible es aquél que con un recorrido de 2 ó 3 mm su fuerza de activación está entre 1 y 2 kg. Volviendo a la personalización de mi fusil, el gatillo original del Apache necesita 2’8 kg de fuerza para un recorrido de 2’4 mm para ser activado, un estándar medio entre los analizados. Como mis gustos son más extremos, y con la confianza de probarlo todo sin peligro, mis fusiles están ajustados para disparar con 1´5 kg para un recorrido de 1 mm El problema que se me planteó al preparar estos gatillos fue que la sólida leva metálica que sujeta la varilla se apoya en una pieza plástica. Para su funcionamiento normal, todo está perfectamente estudiado, pero para mi caso, limar el apoyo de plástico de la leva no me garantizaba su buen funcionamiento para un recorrido tan corto. Por ello, opté por añadir una inserción metálica (ver foto). El proceso es laborioso y complicado, pero, disponiendo de los medios adecuados, el resultado es estupendo.

MUY IMPORTANTE: EL LASTRADO DEL FUSIL

Si alguien cree que su fusil no tiene retroceso o que éste no es importante, que pruebe a disparar con el fusil puesto justo delante de la máscara: no me hago responsable de los resultados. Este es uno de los inconvenientes más importantes de los fusiles ligeros y potentes, que el retroceso les afecta mucho. En mi caso, haber escogido una varilla más ligera que la recomendada por el fabricante, y el correspondiente aumento de flotabilidad provocado, me han dado la posibilidad de aumentar considerablemente el peso del fusil, añadiendo lastre internamente. La operación ha sido realizada de forma que, después de montar el fusil con todos los elementos, carrete incluido, y de cargarlo, la flotabilidad sea totalmente neutra. Como resultado, se ha pasado de una relación original peso fusil/varilla de 2’17 a 3’6, una mejora nada despreciable de un 68% que se aprecia claramente en la correspondiente disminución del retroceso.

UNA MIRADA AL FUTURO

Decir que los resultados son de mi gusto, que un difícil fusil de 115 funciona como nunca antes me había imaginado, que alcanzo piezas que no hace tanto ni hubiera intentado capturarlas, puede parecer, y con razón, una opinión exagerada e interesada. Yo mismo me planteo si soy objetivo al analizar los resultados. Por ello, para tener otras opiniones, desde hace unos pocos meses Joseba Kerejeta está haciendo las tareas de probador. Su experiencia con todo tipo de fusiles y su perfil como pescador, tan diferente al mío, pondrán en breve un contrapunto necesario a este proyecto. Aunque sus primeras impresiones son excelentes, nos queda un largo programa de pruebas para poder probar el material en todo tipo de condiciones antes de poder emitir un veredicto más rotundo.
A pesar de lo largo del artículo, aún me gustaría hablar de más cosas, pero comprenderéis que no hay cabida para todo. Creo que he tratado con suficiente rigor los detalles principales, huyendo de muchas ideas equivocadas o carentes de fundamento que se extienden a menudo en nuestra actividad. Sólo espero que el trabajo sea de vuestro interés, y me queda la ilusión de que quizás, en el futuro, los fusiles que podamos comprar se parezcan más al aquí explicado.

Notas:
(1) Temple: Consiste en calentar un metal hasta cierta temperatura seguido por un enfriamiento rápido. Mejora la dureza superficial pero el núcleo se vuelve más frágil.
(2) Recocido: Consiste en calentar hasta cierta temperatura el metal y mantenerlo así durante un tiempo. El enfriamiento es lento. Elimina parte de los efectos no deseados del temple.
(3) Dureza: Hace referencia a la resistencia que opone un metal para que su superficie se deforme. Depende del acero empleado y del tratamiento al que ha sido sometido.
(4) Rigidez a la flexión: En términos prácticos, se trata de aplicar perpendicularmente una fuerza conocida a una varilla apoyada sobre dos puntos. A una misma fuerza, la varilla que menos flexe será la más rígida. Una varilla más rígida vuela mejor, con menos bamboleos, y ofrece más resistencia a ser doblada. Depende del acero empleado, del tratamiento al que ha sido sometido, y del diámetro de la varilla.
(5) Módulo de elasticidad: Aplicado a las varillas, indica su capacidad de volver a su estado original después de haber sido sometida a una deformación por flexión. En el argot, se le llama “memoria”. Una varilla, por muy rígida que sea (por ejemplo, un acero blando al que se da rigidez dándole más sección), si el módulo de elasticidad es bajo, una vez doblada no vuelve a quedarse derecha. Depende del acero empleado y del tratamiento al que ha sido sometido.

Encuadre 1
CARACTERÍSTICAS DEL ACERO

Hablar del acero es complicado por las muchas referencias existentes en el mercado, y, además, los tratamientos metalúrgicos posteriores pueden cambiar mucho sus propiedades originales. Normalmente, las varillas que utilizamos no se tratan después de su mecanizado. Este proceso es barato pero tiene contrapartidas negativas, como veremos. Otra forma de fabricación, poco usada, más cara pero de mejores resultados, es partir de un material más blando y, después de terminar los mecanizados, templar (1) la varilla. En cualquier caso, sobre las varillas tampoco existe ninguna identificación clara sobre el producto que estamos comprando, y nos acabamos dando cuenta de cómo se comportan después de usarlas. Como mucho, en los catálogos se ofrecen datos confusos que generalmente no dicen nada. Por ejemplo, estos tres: la dureza expresada en kg/cm2, y las definiciones del acero como Rockwell y armónico. Veamos si las siguientes explicaciones aportan un poco de luz. Empecemos por la primera. No he encontrado a nadie que me explique qué se expresa definiendo la dureza en kg/cm2, y más parece un error. Antiguamente, la dureza se expresaba en kg·mm2, pero desde hace tiempo para las varillas se utiliza la referencia Rockwell C (Rc), y en nuestro mercado las muestras estudiadas están entre 40 y 47 Rc. Sobre la segunda, cuando se define un acero como Rockwell, no se está definiendo ninguna característica del acero empleado, pues ésta es sólo una referencia genérica a su grado de dureza superficial. Y, sobre la tercera, un acero armónico es un acero especial con alto contenido en silicio, y normalmente no se suele usar porque es más caro; en su lugar, se usan aceros al carbono. En ambos casos, las incisiones, agujeros y rebajes se hacen con unas herramientas (fresas) que para no consumirlas se usan bajo un chorro de líquido refrigerador. El roce de la fresa calienta la varilla en la zona trabajada hasta ponerla al rojo vivo, y el enfriamiento consiguiente, bajo el chorro de refrigeración, la templa (he medido hasta 54 Rc en estas zonas) y la hace más frágil: por eso las varillas se rompen generalmente por los lugares donde han trabajado las herramientas. Después de la mecanización, para eliminar el efecto nocivo del temple, sería necesario un recocido (2), que es caro y no hace nadie. En el caso de los aceros al carbono se obtienen varillas frágiles y que se doblan fácilmente; con los aceros al silicio (armónicos), al menos son más rígidas y elásticas, recuperando mejor su estado original después haber recibido un golpe o después de luchar con un pez. Respecto a las varillas mecanizadas en blando y que después se templan, al menos presentan un grado de dureza uniforme y son menos frágiles. Como en este artículo se trata de soñar, pediría a los fabricantes que fueran más claros a la hora de ofrecer información, y que, además de mencionar el acero con el que se fabrican, se mencionase su proceso de fabricación y el resultado obtenido en términos de dureza superficial (3), rigidez a la flexión (4) y módulo de elasticidad (5).

Encuadre 2
BANCO DE ENSAYOS PARA GATILLOS

Básicamente, se trata de un banco en el que se pueden realizar unos esfuerzos controlados sobre una varilla de fusil (entre 0 y 380 kg.), y que permite medir simultáneamente el esfuerzo y el recorrido requeridos para accionar el gatillo. También, dispone de un detector de disparo que indica el instante preciso en el que el mecanismo libera la varilla. Otra de sus posibilidades es la de estudiar el límite de rotura de los mecanismos. Todas las pruebas quedan registradas en un ordenador.

Encuadre 3
GOMAS

Ante la confusión existente sobre algunos aspectos de las gomas, me he permitido hacer unas demostraciones aclaratorias. Hay una idea generalizada de que acortándolas se mejoran sus prestaciones, y dentro de un margen puede ser así, dependiendo de la calidad de la goma y de lo ajustadas que hayan sido escogidas sus dimensiones a su límite de trabajo. En la gráfica podéis ver lo que sucede cuando se estira una S45 en diferentes proporciones. Observad bien lo que pasa. A medida que aumenta la proporción estirada, el esfuerzo de carga sube mucho pero la fuerza a los 10 minutos llega a ser inferior a la inicialmente obtenida con estiramiento normal. Buscando los límites, esto mismo sucedería con una goma gruesa, y parece ser que, a una misma calidad, los límites vienen marcados por la masa de goma que esté interviniendo. Otro efecto no deseado de estirarlas en exceso es que se agotan antes. Así, pues, para los que prefieran usar gomas exageradamente estiradas (montar las de un 75 en un 90, por ejemplo), lamento decir que si se tiene la sensación de que el disparo es más dulce a pesar de que cuesta mucho cargarlas es porque están aplicando menos fuerza a la varilla y, en consecuencia, porque el retroceso es menor.

Encuadre 4
LA OPINIÓN DE JOSEBA KEREJETA

Joseba es un típico pescador del norte, fuerte y rápido, que gracias a sus viajes se ha hecho un experto en todo tipo de pesca, como lo demuestran sus dos últimos logros en competición: Campeón de Euskadi (S. Sebastián) y 9º en el Nacional (Mallorca). Otra de las características que me interesan de él es que en un solo día hace más disparos que yo en varios meses; así, resulta que si algo no funciona o es frágil, en pocos días aparecerá el problema. Cuando le propuse que colaborara conmigo, la única condición que puso fue que le preparara un material más adaptado a su forma de pescar. Además de escoger medidas más normales de tubo, la varilla de 6 no podía llevar la aleta por debajo y no usaría juntas tóricas: ante todo, la velocidad de la varilla y la rapidez de carga. Le gustan las gomas muy potentes y fueron escogidas unas S45 y unas G20, en las medidas justas para que diesen lo mejor de sus prestaciones. Con unas gomas potentes viene bien disponer de más longitud de hilo, y, en consecuencia, pidió que se colocara una de las pinzas que sujeta el hilo lo más atrasada posible en la culata. Respecto a los gatillos, ningún problema, pues se los preparo yo desde hace tiempo y los usamos iguales. Para terminar, Joseba añadió los dos toques personales que le caracterizan: aumentar el tamaño de la culata y del gatillo, pues su mano es muy grande. Las pruebas empezaron en la primavera de este año y pronto estuvimos en condiciones de sacar las primeras conclusiones. A la satisfacción general por el funcionamiento dinámico le siguieron los primeros contratiempos. Como esperaba, los obuses fueron los primeros elementos en dar problemas, que se solucionaron poniendo un cuidado exquisito en rematar y pulir los elementos necesarios. A partir de ahí las cosas han ido mejor, y podemos decir que se han mejorado las prestaciones originales del fusil. De cualquier forma, el número medio de capturas de Joseba a disminuido desde que está probando este material. El motivo es, al menos, curioso: “¡Pero, cómo voy a disparar entre piedras con una varilla que lleva encima tantas horas de trabajo!”

Josetxo Errondosoro