Uniendo una técnica refinada y una dosis de estrategia, el pescador al acecho será capaz de sorprender a los peces que nadan tranquilamente fuera de sus refugios y estimular el instinto territorial de las especies que se pescan a la espera.

PESCANDO AL ACECHO

Más que una mera modalidad de pesca, el acecho,’aguatto’ o pesca a la india, es un compendio de las diferentes técnicas, y quizá la más versátil, universal e instintiva de todas. Por desgracia para el pescador submarino, su morfología y fisiología están totalmente adaptadas al medio terrestre y al sumergirse en el medio marino se convierte en un ser lento y torpe, en clara desventaja frente a la mayoría de sus presas, que poseen una velocidad de natación muy superior. Este handicap obliga al pescador que pretende capturar peces en aguas libres a usar todo cuanto está en su mano para sorprender, confundir e incluso incitar la curiosidad de sus presas, a las que deberá aproximarse a una distancia relativamente corta para poder finalizar la acción de caza con un certero disparo. En la naturaleza observamos frecuentemente cómo la evolución presa-depredador se produce en paralelo, produciéndose cada miles de años cambios genéticos en ambos peldaños de la cadena alimenticia. Sólo se reproducen aquellos ejemplares que sobreviven, y sólo lo hacen las presas que logran escapar de sus depredadores y los depredadores capaces de capturar a sus presas, así se mantienen en una constante evolución que mejora las características de cada especie, proceso bautizado por Darwin como selección natural: sólo sobreviven los ejemplares que mejor se adaptan. Los peces no son un caso aparte, y efectivamente en las zonas más frecuentadas por este nuevo depredador llegado del medio terrestre, que es el pescador submarino, sólo logran sobrevivir los ejemplares más esquivos: aquellos que huyen ante su presencia y logran mantenerse fuera del alcance de sus armas. Aunque evolutivamente es difícil hablar todavía, sobre los cambios provocados por nuestra presión, sí que observamos cómo lentamente se ha confirmado un proceso de aumento de la profundidad en el hábitat de la mayoría de las especies, como los peces se vuelven cada vez más recelosos a entrar a la espera y que es raro encontrar peces que se encuevan ante nuestra presencia. Bien producidos por aprendizaje, bien por selección natural, estos cambios en el comportamiento son una realidad, y la mayoría de peces que habitan en zonas frecuentadas reconocen en la figura del pescador a un depredador. El pescador que quiera ‘evolucionar’ en paralelo a sus presas, deberá modificar y adaptar sus estrategias de caza en función de su comportamiento, y mejorar sus condiciones físicas y el material para lograr capturar aquellos peces que han modificado sus costumbres y no sucumben ante las técnicas habituales de pesca. Comparable quizá a los métodos de caza que usan otros depredadores terrestres como los felinos, el acecho permite al pescador acercarse a sus presas sin ser percibido, o al menos sin ser reconocido como un posible depredador. Si analizamos el citado ejemplo, para conseguir esta difícil hazaña, los felinos avanzan camuflándose tras obstáculos que les permiten esconderse a la vista de sus presas, la coloración de su pelaje es parecida a la de la zona habitual de caza, sus movimientos son extremadamente cautelosos y silenciosos, y avanzan en contra del viento para que su olor y los ruidos provocados en su aproximación no lleguen a ser percibidos por sus presas. Aunque el medio no es el mismo, el objetivo sí lo es: cazar usando el factor sorpresa.

La elección de la zona

Una de las principales virtudes del pescador experimentado es la capacidad para distinguir las zonas de abundancia de pescado de las que no lo son, incluso llegando a predecir las especies que pueden abundar en una zona en la que nunca antes había pescado. Esta capacidad viene condicionada por recuerdos y asociaciones que establece el pescador con anteriores capturas y avistamientos, siendo capaz de reconocer ante las condiciones del mar (la corriente, la morfología del fondo, la temperatura del agua, la presencia del alimento habitual de una especie,…) características similares o coincidencias con las condiciones que se dieron en las anteriores capturas. Cuando la zona viene impuesta por las condiciones externas, como serían la meteorología, la corriente, la temperatura del agua, etc., el pescador adaptará la técnica en función de la pieza que prevé o quiere capturar, pero si por el contrario tiene la posibilidad de elegir la zona a su antojo, buscará el tipo de fondo adecuado para capturar una u otra especie. La ventaja del acecho frente a otras técnicas es que su versatilidad y capacidad de adaptación la convierten en una técnica efectiva en casi cualquier tipo de fondo. Por ejemplo, en una zona de acantilado los desplazamientos en superficie se realizarán bien pegados a la orilla, con el sol a la espalda a ser posible, y haciendo uso de la mano libre para arrastrarnos por la pared, acechando tras cada punta o relieve que nos permita sorprender sargos o doradas comiendo en las paredes. Si observamos que los peces se mueve por el fondo del acantilado, usaremos la pared para descender, siguiendo su relieve y usando las grietas e irregularidades para ocultarnos, he intentaremos caer por sorpresa sobre las presas que nadan tranquilamente fuera de sus refugios.

El sigilo, nuestra principal baza

Teniendo en cuenta las características del agua, donde las ondas sonoras se propagan a una velocidad superior a como lo hacen en el aire, y que el sensible aparato sensorial de los peces detecta los cambios de presión producidos por las ondas sonoras, deberemos poner especial atención a no producir ruidos, vibraciones o movimientos bruscos que puedan delatar nuestra presencia y naturaleza. Los peces son animales con una inteligencia limitada, pero estoy convencido de que son capaces de aprender. La simple vibración de las gomas tensadas del fusil, un golpe con las palas en el fondo, o un escape de aire en la mascara, puede llevar al traste todo el esfuerzo realizado en la aproximación a la presa. Hay que seguir el camino más resguardado posible, que permita tanto ocultarnos a la vista de los peces como disimular las ondas sonoras producidas por nuestros movimientos, intentando realizar la ventilación en zonas que permitan escondernos y descender desde poca profundidad e ir ganando metros progresivamente en el caso de pescar cerca de costa. El aleteo produce multitud de ondas que nos delatan y visualmente ofrece una imagen muy clara de nuestro movimiento. Así, pues, los desplazamientos por el fondo deberán realizarse con la ayuda de la mano libre, intentando usar las aletas como timón y freno para que ninguna parte de nuestro cuerpo llegue a rozar las rocas; la velocidad debe ser muy lenta, de forma que no demostremos agresividad en los movimientos, y debemos limitar el aleteo a las situaciones donde sea imprescindible. Esto requiere una gran acuaticidad y una apnea dinámica prolongada. Esto nos permitirá desplazarnos por el fondo a lo largo de decenas de metros para llegar a sorprender realmente a nuestras presas, que no habrán observado el origen de nuestra procedencia.

El mimetismo

Tomando como ejemplo el propio ecosistema marino, veremos que la gran parte de sus habitantes poseen una coloración adecuada al entorno en el que se mueven. Así, pues, los peces pelágicos o de aguas libres suelen tener colores oscuros en sus lomos, mientras que el vientre suele ser de color claro, disimulando de esta forma la silueta tanto si se observa desde superficie como si se hace desde el fondo. También los peces bentónicos suelen ser del color del fondo en el que se mueven, o por lo menos de tonalidades parecidas. Si tomamos como ejemplo al rape, un pez que caza ‘a la espera’, veremos que no sólo su color es mimético, sino que hasta la textura de su piel imita el fondo marino. Esto demuestra que cuanto más desapercibido pasa el pez frente a sus posibles presas o depredadores, más posibilidades tiene de sobrevivir, remitiéndonos otra vez a la teoría de la selección natural. Lo mismo ocurre con los pulpos o las sepias, cuya principal defensa ante sus depredadores es su mimetismo. Dentones, meros y otras preciadas presas del pescador submarino se alimentan de éstos, con lo cual llegamos a la conclusión de que el mimetismo de los cefalópodos puede llegar a confundir a sus depredadores. Aunque es difícil demostrar la efectividad del camuflaje en la pesca submarina, es lógico pensar que en las técnicas de pesca como la espera y el acecho, una coloración mimética ayudará al pescador a disimular su silueta, engañando a los peces sobre su tamaño y forma y la distancia a la que se encuentra. Será conveniente, pues, fijarse en las zonas habituales de pesca y valorar cuáles son los colores que predominan, para aplicar una coloración parecida al material. Pero no sólo la coloración del equipo ayudará a este fin, de igual importancia será la posición que adoptemos en el fondo y la ruta que usemos para la aproximación a la presa, porque también nuestra actitud forma parte del mimetismo.

Estrategia de caza

Para que el acecho sea realmente efectivo es conveniente hacer hincapié en todas las fases de la aproximación, poniendo especial atención a todo cuanto pueda interferir en el comportamiento natural de los peces. Si nada más llegar a una zona pasamos con el motor en marcha por encima del lugar donde pretendemos pescar, lanzamos el ancla y nos tiramos de la embarcación en plan ‘superman’, está claro que los pocos peces que encontraremos estarán encovados o se mostrarán reacios a entrar a la espera. Convendrá, pues, realizar una aproximación silenciosa, a ser posible anclando lejos del lugar donde vamos a pescar y nadando bien pegados a la pared en caso de estar cerca de costa. A medida que un pescador al acecho va adquiriendo experiencia, logra establecer el mejor itinerario a seguir con sólo observar la morfología del fondo. Si tiene la suerte de conocer la zona, preverá la posible situación de las presas valorando anteriores jornadas y buscará el camino más resguardado para su aproximación. Si por el contrario se encuentra ante una zona nueva, observará el relieve del fondo, así como la dirección de la corriente y la posición en función de los rayos solares para poder establecer una estrategia de caza antes de realizar el descenso, aún sabiendo que podrá modificarla a su gusto en función de otros factores como la profundidad a la que se encuentra la termoclina.

El material

La mayor parte de la efectividad de un pescador reside en su técnica, experiencia, instinto y condiciones físicas, ya que sin estas cualidades será incapaz de llegar siquiera a acercarse a las presas, pero el material juega un papel fundamental para concluir positivamente las pocas ocasiones que se brindan para realizar buenas capturas, y ayudarnos a sacar el máximo rendimiento a nuestras cualidades.
La máscara debe proporcionar un amplio campo de visión pero con un volumen interno reducido para la pesca profunda, y el tubo debe de tener una sección parecida a la de la tráquea para que facilite la ventilación.
El traje con una coloración parecida al de la zona de pesca, o en su defecto en colores oscuros para ocultarnos en las zonas de sombra. Liso exteriormente, para facilitar la hidrodinámica, y microporoso en su interior, pero a poder ser de un material que no se comprima y que permita mantener la flotabilidad controlada con un lastrado correcto. El neopreno heiwa, como el que usa Marea en su versión de dureza media me parece muy adecuado para pescar al acecho a cualquier profundidad, ya que prácticamente no padece variaciones de flotabilidad, y su coloración mimética exterior me parece ideal para pasar desapercibido. El lastrado repartido en varias zonas de la espalda, con la ayuda de un chaleco de lastre y un cinturón zafable, ayuda realizar un silencioso golpe de riñón y a mantener un correcto equilibrio en el fondo, evitando también la incomoda sobrecarga lumbar que se produce por llevar grandes cantidades de lastre en la cintura. Es conveniente sobrelastrar un poco para poder desplazarnos pegados al fondo sin tener que realizar esfuerzos y movimientos innecesarios con las aletas, muy visibles a la vista de los peces. Las tobilleras son completamente contraproducentes en este tipo de pesca, ya que arrastrarían las aletas por el fondo, provocando ruidos que alertarían a los peces.Las aletas, deberán reunir empuje y bajo consumo de oxígeno, ya que remontar del fondo sobrelastrados y después de una larga apnea dinámica, requiere un material adecuado. Será conveniente llevar palas no excesivamente largas, para poder realizar quiebros y giros bruscos, y controlar con mayor facilidad que no golpeen el fondo en los desplazamientos.
El fusil, que determinará el éxito de toda la acción de pesca, deberá de reunir varias condiciones: manejabilidad, alcance, precisión y potencia. En función de la zona y la presa que pretendamos pescar, usaremos un arma especializada que nos permita salir airosos ante situaciones complicadas.
Personalmente uso un fusil monocasco de doble goma de 17,5mm, completamente realizado en madera, de 106 cm de longitud, para el acecho y la espera profunda. En aguas costeras uso un fusil doble goma 17,5mm de las mismas características, pero de 90 cm de longitud. Ambos armados con flechas de 7mm de doble aletilla, carretes con dyneema, y doble pasada de hilo para aprovechar su mayor potencia.

Un modo ecológico y selectivo de pesca

La pesca al acecho es por sí misma una pesca ecológica, ya que en la mayoría de ocasiones podremos capturar un solo ejemplar en cada zona. Después del primer disparo, algunos peces se encuevan y el resto huyen del lugar, por lo que es difícil hacer una cantidad abundante de piezas sin desplazarnos y cambiar de zona continuamente. Así se evita castigar las zonas donde se concentra el pescado, ya que las incursiones son esporádicas. Personalmente intento realizar el mínimo de inmersiones posibles en mis ‘cotos’ particulares, y espacio las visitas con un mínimo de dos semanas entre una y otra, sobretodo si realizo alguna captura o disparo. Esto permite que en estas zonas, si no son frecuentadas por otros pescadores, la mayoría de sus habitantes tengan una presencia casi continua, exceptuando, claro está, los ejemplares que logro capturar. Aunque en número de piezas es una pesca poco productiva, las emociones que produce este tipo de pesca son incomparables debido al alto estado de concentración a la que se somete el pescador durante la fase de aproximación a la pieza y al tamaño y calidad de las capturas. Cabe decir que capturo sólo ejemplares adultos y que intento disparar a los mayores ejemplares del banco, aunque en muchas ocasiones esto suponga salir de vacío. Paradójicamente, esta es una actitud criticada por muchos que se excusan con frases como ‘lo que no cojas tú, lo cogerá quien venga detrás’ o ‘más vale pájaro en mano que ciento volando’, una actitud poco adecuada a la situación actual que vive la pesca submarina, y que espero que con el tiempo vaya remitiendo entre los aficionados a esta apasionante actividad.

Víctor Abellán